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10 de Mayo de 2007

Original homenaje a Mangoré a cuatro manos y con tambores

Un precioso homenaje recibió Mangoré el lunes de noche en el Teatro Municipal, de las manos del pianista costarricense Manuel Obregón y la guitarrista paraguaya Luz María Bobadilla, a dos años de su primer encuentro como dúo, también entonces en el marco de la Semana Mangoreana.


Obregón es un músico completo, un virtuoso del instrumento y un fino arreglista, autor en este caso de las adaptaciones para dúo de piano y guitarra de las obras de Agustín Barrios, cuya genialidad a su vez queda reconfirmada (aunque nunca haya estado en duda). La música de Barrios puede ser hablada en el lenguaje de cualquier instrumento.

Obregón es un conocedor de Mangoré y ya ha trabajado sobre su obra en un disco editado en 1997; músico de grandes recursos, juega en sus interpretaciones y su peculiar coloración no hace sino reforzar la maravillosa musicalidad de Barrios que, claro está, como compositor está a la altura de los grandes creadores universales.

Pero el espectáculo fue completo mediante la contribución de Luz, posibilitando un fluido diálogo entre los instrumentos, ya sea acompañándose en dúo, generando una rica diversidad tímbrica en el desarrollo de una melodía en diferentes pasajes, o bien paseándose en un ir y venir fascinante de las cuerdas a las teclas y viceversa, como en la percusiva versión del "Villancico de Navidad" y la siempre animada "Danza paraguaya", casi al final del concierto. Otra obra, complejísima, muy lograda en versión de dúo, especialmente los arreglos para piano, fue "La Catedral".

En sus facetas solistas, abrió Obregón con una excepcional versión del "Preludio en Do menor", tan maravillosa en el piano que resulta increíble que fuera compuesta para guitarra; Luz alcanzó especial brillo y expresividad primero en "Madrigal" y luego en el "Gran trémolo", pieza técnicamente compleja en la que la melodía parece abrirse paso con tal facilidad, que no permite al oyente imaginar que el intérprete está por dejar la vida ahí.

Un final grandioso e inolvidable para el "Gran Trémolo", tocado en su versión completa para guitarra y luego continuada en un experimento que mantuvo ocupado a Obregón en estos días, desde su llegada, en el Hotel del Lago de San Bernardino donde trabajó con los tamborileros del Kambakua, jóvenes instrumentistas de la Orquesta de Itá -Santiago Olmedo (cello), Marcos Gayos (contrabajo), Fernanda González (violín)- y el arpista Blas Flor.

Aunque quede librado a la imaginación de cada cual, de poder presenciarlo, incluso participar de ello, creo que Mangoré lo habría hecho y habría disfrutado del momento. Su obra está destinada a perdurar por todos los tiempos, como las grandes obras universales.

Tomado de: http://www.lanacion.com.py/noticias.php?not=158914