15 de Setiembre de 2007
La propuesta de Manuel Obregón es propiciar con esta Orquesta el encuentro con las propias culturas, y fluir por los mismos canales de conexión cultural utilizados durante milenios.
Alejandra Peña.
Periodista.
Con el fin de trazar el mapa de ruta que seguirá su Orquesta del Río Infinito, el compositor costarricense Manuel Obregón realizó una convocatoria internacional, apelando a la responsabilidad social y cultural frente a la vida amenazada de los ríos. Es que esta Orquesta, cuyo nombre acuático no es casual, ha nacido para navegar por las cuencas del continente americano, rescatando dos cosas tan vitales, tan comunes a sus pobladores, y tan convocantes como lo son el río y la música.
La cita tuvo lugar los primeros días de septiembre frente a Buenos Aires, en una isla de la desembocadura del Paraná que sirvió de metáfora para tomar distancia de tierra firme, e imaginar un río posible en lo musical y lo ambiental. La invitación de Manuel tuvo respuesta inmediata en la Fundación AVINA, que movilizó una red latinoamericana de expertos integrada por colaboradores y socios, y propició el encuentro con el apoyo de las representaciones de Comunicaciones, Mesoamérica, Buenos Aires, Córdoba, Asunción y Montevideo.
Publicistas de trayectoria internacional como la venezolana Marta Escotet y el argentino Guillermo Caro diseñaron una estrategia de comunicación y ya están subiendo a la red un río infinito navegable virtualmente, a la par de la navegación real que tendrá lugar desde el próximo noviembre. El paraguayo Osvaldo Codas, director visual de los espectáculos de Manuel Obregón, asumió el diseño artístico del barco que llevará la música por los ríos de América, cargado de los símbolos visuales de este continente. Y Alejandra Peña, también paraguaya, presentó al grupo sus documentales de los viajes de audición con Manuel. Javier Corcuera, de Argentina, y el costarricense Ricardo Soto, del equipo de Costas y Aguas de esa fundación, aportaron su experiencia desde la ciencia ambiental y la navegación de los ríos; Daniel Corsino, de Uruguay, alentó discusiones en profundidad sobre los ríos y la música como lugares comunes para la toma de conciencia social y ambiental.
Una Orquesta que suma y sigue
La Orquesta del Río Infinito,
conforme pasa por las
poblaciones ribereñas, va llevando
música y conciencia
del río, pero a su vez va
sumando músicos y líderes
comunitarios locales. Para
imaginar propuestas de educación
popular se sumaron
los argentinos Carlos Giampani,
del Centro Poriajhú, de
Rosario; Patricia Kistenmacher;
de la referente de Arte y
Transformación Social; Pablo
Vagliente y Carlos March, fundadores
de PoderCiudadano
y actual representante de Avina
de Buenos Aires. También
se sumó Mara Borchardt, del
grupo Crear Vale la Pena. Por
su parte, Fresia Camacho de
Avina Mesoamérica, además
de coordinar el encuentro,
compartió su larga experiencia
en animación sociocultural.
Fueron intensas jornadas
de planificación estratégica,
que se convertían de tanto en
tanto en una celebración a la
vida gracias a la música que
fluía desde el piano de Manuel
Obregón, con nuevos
paisajes sonoros. Y a falta de
brújulas o GPS, otro grande musical nos guiaba permanentemente
hacia las profundidades
de América: Ramón
Ayala, considerado como el
sucesor de Atahualpa Yupanqui,
tocaba las fibras íntimas
de los participantes con su “cosechero”, “el mensú” o “mi pequeño amor”.
Una red que se arroja
a un río milenario
La Orquesta del Río Infinito
promete un golpe de timón
para una Latinoamérica que
navega entre la pobreza de los
pueblos y su riqueza cultural.
La propuesta de Manuel Obregón
es propiciar con esta Orquesta
el encuentro con las
propias culturas, y fluir por los
mismos canales de conexión
cultural utilizados durante milenios
en esta parte del mundo. “Lo que nos une como
movimiento es una utopía
que tiene que ver con nuestra
propia historia”, dice mientras
arma un barquito de papel.
Pero no basta con nutrirse del
pasado. “Se trata de crear una
nueva armonía”, nos explica.
Este cambio de paradigma, esta mirada hacia lo propio, necesariamente nos dirige a tomar conciencia del medio en que vivimos. “Si hay un continente acuático –dice Obregón– es el continente americano, ya que tenemos agua por todos lados, y son las vías naturales. Por estas venas corren toda nuestra cultura y toda nuestra sabiduría. El agua es el espejo de lo que somos, y si ensuciamos el agua, estamos maltratándonos a nosotros mismos”.
Esta vez el río estuvo revuelto de creatividad, y los pescadores fueron músicos, intelectuales y ambientalistas decididos a cambiar el curso de la historia. No es poca ganancia para un continente lleno de vida, de agua y de música.
Antecedentes de la Orquesta
En los últimos años, Obregón se ha dedicado a investigar
la música tradicional
de América Latina, viajando
por diversas rutas del continente,
tanto en los países
andinos como los de la
Cuenca del Plata. Cabe recordar
que la Orquesta del
Río Infinito fue estrenada
mundialmente en Paraguay
el pasado mes de mayo,
cuando Manuel Obregón
hizo una nueva versión de
Agustín Barrios Mangoré con
los tamborileros afro del
pre-candomble Cambacuá.
La Orquesta del Río Infinito
tiene su antecedente histórico
en la Orquesta de la
Papaya, fundada por Manuel
Obregón en 1990 con
músicos de Centroamérica, y
que marcó un cambio en el
gusto por lo propio y elevó la
autoestima de los habitantes
de la región.
Entre 1995 y 2005 Manuel
desarrolla la Orquesta del
Golfo, en Norteamérica.
En 1996-97 el maestro costarricense
recupera el legado
musical del paraguayo Agustín
Barrios Mangoré, que
brinda claves importantes al
proyecto americanista, por
haber sido el músico que
más países latinoamericanos
recorrió, investigó y recreó musicalmente en composiciones
que ganaron unive
rsalidad.
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